Crianza Respetuosa

La guía de 10 puntos para criar en el respeto



La crianza respetuosa hace niños independientes, sanos, seguros, amorosos y respetuosos con los demás. Pero aún siendo 100% partidaria de la crianza respetuosa, a veces me encuentro con actitudes mías no muy respetuosas ni consideradas con mi hija. A veces yo también estoy en modo automático. Por eso hoy quiero repasar contigo las 10 pautas que me gusta tomar en cuenta para guiarme y salir de ese estado «automamá»:

1. Cero adultocentrismo: Lo suyo vale tanto como lo mío. Eliminar las ideas de nuestro subconsciente donde el adulto lo sabe todo y el niño nada. Donde se ve a los niños como seres extraños, absurdos y manipuladores. Esto no es una guerra. Es una familia. Recordar cómo eras en la infancia y qué sentías, qué te preocupaba y ocupaba. Antes de que te hubieran convencido los adultos de que eras un bueno para nada, un desobediente y un maleducado. Antes de haberte tragado las mentiras de los poderosos.

Pero cuando Jesús vio esto, se indignó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios.   Marcos 10:14

2. Empatía: Como en toda relación cercana, el ponerse en los zapatos del otro es muy importante. ¿por qué pensamos que la comprensión no tiene lugar con los niños? el hecho de que comprendamos que para el niño es importante seguir jugando y el hecho de que se lo impidan sin que entienda la razón lo hace enojar, sólo quiere decir que los límites que establezcamos los vamos a pensar mejor y vamos a tomar en cuenta a esa otra parte que no tiene a veces las armas para negociar sus intereses. Quiere decir que le vamos a explicar pacientemente por qué nos tenemos que ir, que lo vamos a abrazar cuando esté triste y que avalaremos sus sentimientos, guiándolos para que los expresen de la mejor manera, mostrándoles que jugar con ese juguete en ese momento no es la única opción, que hay otras donde todos podemos estar más a gusto.

3. Individualidad: ver a nuestro hijo como un ser único, diferente a nosotros, a sus hermanos y a los hijos de nuestras amigas. Respetar su ritmo de aprendizaje, sus intereses y su temperamento, y amarlo tal cual es. Tener en cuenta estos factores en la forma en cómo te relacionas con él, cómo lo guías y cómo enfrentas cada reto diario. No estarlo comparando con otros niños a ver cuál gana sólo para satisfacer tu ego o callar tus inseguridades.

4. Amor: No golpes, no varazos, no nalgadas, no gritos, no insultos, no sarcasmos, no intimidación. Escuchar, hablar, besar, abrazar, cargar, reír, explicar, entender. Estar. El amor no tiene diferentes formas de expresarse según de quién hablemos. La violencia no es amor en ninguna circunstancia, sino miedo, rencor, venganza e inmadurez.

5. Disciplina: Algunos hablan de la disciplina como si fuera la panacea. A mi parecer es obvio que alguien debe de aprender disciplina, pero la disciplina no es per sé algo positivo, lo es porque sirve para algo. Nos despertamos temprano para algo, nos sentamos a comer a la misma hora todos los días para algo, empezamos y terminamos nuestras tareas y obligaciones porque tenemos un objetivo. Estudiamos los números para aprender a sumar para aprender algo. Yo creo más bien en enseñarles las consecuencias naturales de sus actos. Me pegas: me duele y me enojo, no quieres comer: te da hambre después, corres en el agua: te caes y te duele. No digo que los dejemos andar por ahí como salvajes sin que nos importe su integridad y nuestra propia comodidad, pero a fin de cuentas no los puedes poner en una burbuja para que no les pase nada nunca, así que mejor guiarlos por ahí para que vayan aprendiendo. Igualmente el lado positivo. Te duermes temprano: te despiertas descansado, aprendes a leer: puedes leer sobre muchas cosas interesantes, sonríes: te sonríen. Nadie experimenta en cabeza ajena. El chiste es guiarlos para que ellos mismos se den cuenta poco a poco de los beneficios de la disciplina.

6. Obediencia: Aunque fuera súper cómodo que mi niña me obedeciera en todo, yo no quiero una niña que me obedezca ciegamente. Para qué querría eso si no todo lo que yo diga va a ser lo mejor o lo perfecto. Quiero que ella aprenda a discernir, a conocerse a ella misma y que comprenda la importancia de las reglas. Quiero enseñarle valores como el mismo respeto al prójimo, la diligencia, la honestidad, la humildad o la lealtad. Si comprendes qué significa respetar a los demás, considerar a los demás, cuidarte a ti mismo, entonces entenderás la importancia de obedecer las reglas y a la autoridad cuando es necesario. Si aprendes también a pensar críticamente y a cuestionar, entonces serás capaz de tomar decisiones que te beneficien a ti y a los demás sin que haya alguien encima de ti, y también de proponer mejores reglas.

7. Enseñar con el ejemplo: Me he dado cuenta que a la hora de la hora acabamos actuando como nuestro papá o nuestra mamá en muchísimas cosas, y los malos ejemplos que aprendimos son de lo más difícil de renovar. Así que aunque a veces es difícil, es básico poner primero el ejemplo. Enfocarnos en moldear en nosotros lo que queremos ver en nuestros hijos en vez de tratar de cambiarlos a ellos. Si no quiero que ella vea tele: no la prendo para verla yo, si quiero que lea: me pongo a leer, si quiero que se siente a comer civilizadamente, lo hago yo. Si no quiero que me grite: no le grito ni a ella ni a los demás. Algún día seguirá mis pasos. Este es el camino largo y curveado, con subidas y bajadas. Pero al final es lo que permanece. Y esta misma perspectiva además nos ayuda a tener expectativas realistas. A veces exigimos a los niños cosas que nosotros no hacemos y ni siquiera pretendemos cambiar así que esto nos puede llevar a preguntarnos ¿En serio es necesario que mis hijos hagan esto que quiero o es sólo una pretensión de perfección que estoy proyectando hacia afuera? ¿Me molesta en mí eso que quiero cambiar en mi hijo? SI me molesta, trabajo para cambiarlo en mí misma, si realmente no nos molesta y sólo queremos que nuestros hijos aparenten frente al mundo ¡mejor a lo que sigue!

8. Acompañar: respetar y acompañar las emociones, intereses y desarrollo natural de nuestros hijos. Acompañar es estar a un lado, mirar, observar, darle la mano. Ayudarle cuando realmente lo necesita y hacerse a un lado cuando no. Darles empujoncitos cuando lo requieren, palabras de aliento. Dejar a un lado los sermones y reproches y callar más para escuchar mejor. Abrazar cuando se sienten mal sin juicios sobre el «por qué se sienten mal», tratar de ver más allá del mal comportamiento y comprender el malestar que está detrás, y sobre todo la necesidad que está detrás. No pretender que nuestro shijos vayan más rápido de lo que van, actuen como adultos cuando son niños o persigan intereses que no les corresponden en ese momento, sino sólo acompañar su propio ritmo, intereses y necesidades según se vayan dando. Ayudarlos a nombrar lo que sienten y lo que quieren y estar ahí siempre que nos necesiten.

9. Acuerdos: Soltar un poquito nuestra necesidad de control absoluto y abrir el diálogo para llegar a acuerdos. Cuando los niños son muy pequeños, los acuerdos serán claro está propuestos por nosotros los adultos tratando de tomar en cuenta las necesidades de ambas partes. Conforme vayan creciendo, aprenderán a proponer y negociar acuerdos y también tendremos, niños y adultos, oportunidad para aprender a cumplir nuestra palabra o a detectar áreas de mejora en los acuerdos. Ver a la familia como un equipo en el que todos debemos de colaborar y llevar esta visión a la práctica.

10. Fortalecer la relación: A veces nos enfrascamos en alguna situación conflictiva del momento. Reñimos a nuestros porque no hacen lo que queremos. Sentimos una presión en el pecho cuando las cosas se salen de nuestro control y nos enfocamos en lograr lo que queremos a pesar de cualquier cosa, incluso del bienestar emocional de nuestros peques y de la cercanía de nuestra relación con ellos. Cuando peleamos, gritamos, amenazamos y en general cuando nos enfocamos en lo negativo, en lo que no sale como nosotros quisiéramos, debilitamos poco a poco la relación con nuestros hijos. Pero no nos damos cuenta de que nuestros hijos no siempre serán pequeños, crecerán y será entonces cuando veamos en mayor medida los frutos de nuestros esfuerzos, de la complicidad que construimos, la confianza y el cariño suave. Debemos poner en la balanza las cosas siempre que estemos frente a esas cositas que nos llegan a molestar y a sacar de nuestras casillas. ¿Qué es más importante? ¿Lograr imponer nuestra palabra a como dé lugar o tomar esas oportunidades para fortalecer la relación con nuestros hijos?

Esto no quiere decir que yo sea o me crea una mamá perfecta. Sólo es lo que yo quiero y trato de hacer cada día, aunque muchas veces no me salga al 100%. He alzado la voz cuando no es necesario, la he dejado de escuchar, la he obligado a hacer cosas para las que no está lista sólo para quedar bien con alguien. Pero siempre trato de volver a esto y seguir tratando de ser mejor. Y cuando la veo cómo se relaciona con otros niños, cómo expresa su felicidad y su paz, cómo razona, cómo pide, cómo recrea en sus juegos actitudes positivas, pienso que, aparte de que me tocó una niña maravillosa, no lo estoy haciendo tan tan mal.

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