Hace un año una amiga y yo empezamos un proyecto que se llamó #MiHistoriaConÉl después de darnos cuenta que nuestras historias de relaciones tóxicas y violentas eran, aunque distintas en duración, muy similares en sucesos y características. Quisimos publicar en nuestras respectivas páginas de Facebook nuestras historias, reflexiones y aprendizajes al respecto. Lo compartimos en nuestros perfiles personales y en grupos privados de mujeres, y mi gran sorpresa fue que varias mujeres me contactaban para darme las gracias por compartir algo tan similar a lo que ellas habían vivido o estaban viviendo, me pedían consejos y acompañamiento en situaciones donde les faltaban fuerzas para seguir. Me sentí muy bien de poder ayudar aunque sea un poco y aunque sea a unas cuantas, pero sigo viendo una y otra vez las historias repetidas en las vidas de muchas mujeres, y de hecho también hombres… yo aquí hablo mucho de machismo y violencia de género, porque es lo que a las mujeres nos afecta de forma crónica, pero también hay hombres que pueden estar en situaciones muy complicadas y no sepan cómo hacerle… la neta no sé si mis relatos les ayuden pero si es así pues qué bueno, pero sí sé que a mí como mujer me ayudó mucho leer a otras mujeres que habían pasado situaciones como la mía y me ayudó en su momento también contar mi historia. Hoy, un año después, he reflexionado mucho al respecto en especial sobre todas mis equivocaciones, pero sigo transformándome, deconstruyéndome y tratando de apoyar a las mujeres que se sienten atrapadas, solas o confundidas. Por esta razón las publicaciones que hice en Facebook las pasaré para acá, para poder compartirlas con más facilidad a quien le puedan llegar a servir. Tal vez algunas sufran una que otra modificación, no lo sé. Este es el capítulo 1 de 14 divididos por temas y periodos.
Lo conocí cuando yo tenía 16 y él 18. Desde el principio me cayó muy bien, empezamos a platicar seguido y me invitó a salir. Iba a decir que no pero me gustó que fuera directo y amable.
Salimos y todo fue perfecto. Él era gracioso, inteligente y me miraba como si fuera la mujer perfecta. Seguimos saliendo y él era bastante intenso con sus sentimientos: siempre quería estar conmigo, abrazarme, besarme y me decía cosas románticas. Yo al principio no me sentía igual pero no tardé mucho en enamorarme de él. Estábamos todo el tiempo juntos y, sin darme cuenta, empecé a dejar cosas que me gustaban para estar con él. Me repetía que era la mujer perfecta, la de sus sueños, la más hermosa, que sabía hacer de todo y que en todo era buena.
Después de unos meses terminó conmigo, me dijo que me amaba, que siempre lo haría pero que ya estaba cansado. En pocos días me pidió que volviéramos porque me extrañaba mucho.
Empezamos a tener problemas porque él decía que iba a hacer cosas que no hacía, o de repente se desaparecía varios días, o me comparaba con alguna conocida, por ejemplo “Con fulanita sí puedo hablar de esto”, “Por qué no eres más como Menganita?”. Empezó también a quejarse de mí con adjetivos como maría, aburrida, cerrada. Discutíamos y él hacía como que no era para tanto. Yo me preguntaba si en verdad yo era la que exageraba. A veces actuaba como si no le importara nada y otras como si yo fuera lo más importante para él. A veces empezaba a jugar pesado y terminaba lastimándome, y si yo no quería jugar, él se enojaba. Hablábamos y llegábamos a algún acuerdo pero luego él volvía a actuar igual y cuando le recordaba la plática que habíamos tenido él hacía como que nunca había pasado.
Varios meses pasaron en los que nunca estábamos con sus amigos. Yo sentía que me ocultaba cosas, o que me ocultaba toda su vida. Todos mis amigos le caían mal así que tampoco nos juntábamos con ellos. Casi siempre estábamos solos.
Un día cuando yo tenía 19 nos peleamos y fui a su casa para resolverlo. Él actuaba como si estuviera muy confundido y dolido y me ahorcó. Me fui de ahí muy asustada y lo quería denunciar pero no tenía ninguna marca y no le quería decir a nadie lo que había pasado. Además “yo lo había hecho sentir tan mal que le hice perder la cordura por un momento”.
La escena se repitió un día en que estábamos en su departamento con sus “amigos” (Siempre los criticaba y los insultaba a sus espaldas, decía que sólo los utilizaba y que realmente no le caían bien). Ya me invitaba a veces con ellos porque yo le insistí mucho en que me compartiera su vida, él accedió pero con la condición de que lo aceptara como era. Se enojó conmigo porque según esto yo no estaba actuando bien con sus amigos, me llevó a su cuarto, discutimos y me volvió a agredir de la misma forma, ahí con todos del otro lado de la puerta. Yo quería gritar o salir corriendo pero tenía miedo de su reacción, del drama, de la reacción de sus amigos.
Pasaron tres años sin que volviera a suceder. Había temporadas muy buenas y temporadas pésimas. Días buenos y días terribles, horas maravillosas y horas de leyes del hielo o gritos inesperados. Yo pensaba que si ponía más tiempo y empeño iba a funcionar, porque él me lo pintaba así. Si comenzaba a ocuparme de otras áreas de mi vida él actuaba hostil y distante hasta que yo volviera a poner toda mi atención sólo en él. Se podía enojar por cualquier cosa, se enojaba porque yo perdía mis cosas, porque decía que no me daba cuenta que cierto lugar era peligroso, porque un día no le daba propina al de la gasolina… Yo evitaba generar peleas, caras, gritos, insultos disfrazados, y no me daba cuenta de que lo que sentía era miedo.
Si quieres leer el capítulo 1 de mi amiga Mamá Elefante puedes checarlo aquí.
Si quieres leer más sobre la violencia en el noviazgo haz click aquí y aquí.
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1 comentario en “Relaciones Tóxicas Capítulo 1: El noviazgo”